Aspecto final de la receta |
“Nadie puede ser sensato con el estómago vacío.”
George Elllot
Del viaje y el libro de Dionisio Pérez Post Thibussem, comienzos de siglo, merodeo razonado de las cazuelas de España, se deduce que las cocinas de Andalucía se convirtieron en atlántidas sumergidas o simplemente ignoradas, muchas veces por la propia restauración andaluza. Eso ya no es posible. La España de las autonomías ha desarrollado paladares autonómicos y no sólo en libros o monografías, sino a través de la alianza de las fuerzas del trabajo y de la cultura, es decir, los restauradores y los gourmets con ínfulas identificatorias.
Recuerdo que, en los años iniciales de la transición, peregriné hasta Antequera para hacerme con un pequeño manual de cocina antequerana que no había salido de la red de distribución de la librería-papelería de la ciudad andaluza. Andalucía ha pagado las insuficiencias del imaginario de la hambrienta y sedienta España vista por los viajeros románticos del XIX, que a veces supieron ver que no se comía, pero otras muchas no supieron ver lo que se comía. Ahí está el gazpacho esencial, una sopa fría, sabia y magistral, que demuestra que hay pueblos con imaginación gastronómica y otros no, y en Andalucía se han titulado caldillo de perro o sopa de gato, dos exquisitas sopas que desconciertan al personal.
Los gazpachos constituyen familias plurales, según la hortaliza dominante. El gazpacho sevillano resume la fórmula general: ajos, pimientos, pepino o no, tomates y miga de pan con aceite, sal y vinagre. En Jaén, al gazpacho se le agregan manzanas y uvas; en Huelva, huevos duros y patatas cocidas; en Antequera se le llama gazpacho pimentón, porque se emplean pimientos rojos en lugar de verdes; en Málaga, el ajo blanco compite con la hegemonía del gazpacho, y se hace con almendras, uvas, ajo, miga de pan, aceite y sal. En Huelva, hay gazpachos verdes, porque reúnen verdes de lechuga, culantro, hierbabuena, perejil y albahaca; y en Cádiz me enseñó el malogrado Fernando Quiñones que hay gazpachos calientes.
El gazpacho es una segunda sangre fresca que reclama pescaíto frito como segundo plato o, en su defecto, una siesta. Ahora se ofrecen gazpachos ambiciosos, respaldos de estrategias de nueva cocina, con un toque a veces de huevas de pescado. Hay gazpachos de fondo para afanes narrativos de cocina de autor.
Manuel Vázquez MontalbánRecuerdo que, en los años iniciales de la transición, peregriné hasta Antequera para hacerme con un pequeño manual de cocina antequerana que no había salido de la red de distribución de la librería-papelería de la ciudad andaluza. Andalucía ha pagado las insuficiencias del imaginario de la hambrienta y sedienta España vista por los viajeros románticos del XIX, que a veces supieron ver que no se comía, pero otras muchas no supieron ver lo que se comía. Ahí está el gazpacho esencial, una sopa fría, sabia y magistral, que demuestra que hay pueblos con imaginación gastronómica y otros no, y en Andalucía se han titulado caldillo de perro o sopa de gato, dos exquisitas sopas que desconciertan al personal.
Los gazpachos constituyen familias plurales, según la hortaliza dominante. El gazpacho sevillano resume la fórmula general: ajos, pimientos, pepino o no, tomates y miga de pan con aceite, sal y vinagre. En Jaén, al gazpacho se le agregan manzanas y uvas; en Huelva, huevos duros y patatas cocidas; en Antequera se le llama gazpacho pimentón, porque se emplean pimientos rojos en lugar de verdes; en Málaga, el ajo blanco compite con la hegemonía del gazpacho, y se hace con almendras, uvas, ajo, miga de pan, aceite y sal. En Huelva, hay gazpachos verdes, porque reúnen verdes de lechuga, culantro, hierbabuena, perejil y albahaca; y en Cádiz me enseñó el malogrado Fernando Quiñones que hay gazpachos calientes.
El gazpacho es una segunda sangre fresca que reclama pescaíto frito como segundo plato o, en su defecto, una siesta. Ahora se ofrecen gazpachos ambiciosos, respaldos de estrategias de nueva cocina, con un toque a veces de huevas de pescado. Hay gazpachos de fondo para afanes narrativos de cocina de autor.
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Vamos hoy con un a receta veraniega, sencilla y posiblemente hasta de régimen, que aúna el yogur de la cultura gastronómica búlgara, con algunos componentes del gazpacho andaluz. Si hay algún/a dietista furibund@ puede incluso, rizando el rizo, emplear yogur desnatado.
Grado de dificultad : Encontrar el supermercado.
Ingredientes:
- 2 yogures naturales tipo griego
- 1 pepino
Componentes básicos |
- 2 hojas de hierbabuena
- Un chorro generoso de buen aceite de oliva virgen
Emplead un buen vinagre de Jerez |
- Un chorro de vinagre de Jerez
- Sal y pimienta al gusto
Manos a la obra :
1 - Poner al Baroque String Quartet barroqueando Penny Lane de Lennon/McCartney.
Operación triturado |
2 - En un recipiente disponed el pepino pelado, los yogures griegos, la hierbabuena, el vinagre, el aceite de oliva y la sal y la pimienta.
3 - Triturar concienzudamente hasta que quede bien mezclado.
4 - Corregir el punto de aliño, servir y a......¡¡¡triunfaaaaar!!!
9 comentarios:
Elliot tenía toda la razón.
Uno no es que haya comido mucho gazpacho que digamos, su tierra no se presta a ello, pero me gusta, y tal como lo has preparado seguro que está bueno.
La versión de Penny Lane, fantástica. Ya de por sí la original es algo barroca, cosas de sir Paul.
Refrescante, es la palabra, apto para el tiempo que tenemos estos días.
Esta sí me gusta, pero con yogur no lo he hecho nunca, así que...habrá que hacerlo.
Apetece más en verano, y en invierno las sopitas; aunque para combatir el frío deben ser mejor las bebidas frías y para el calor las bebidas calientes. Pero una sopa caliente arregla un cuerpo en invierno.
Claro, las dietas......
El vídeo no lo guardo, porque ya lo tengo. Es que la serie Beatles continuará...
Para dietas...las de los diputados.
A Sus Señorías,..........dietas señoriales.
Gracias por la receta, suculenta, y por la aclaración relativa a la sensatez... empiezo a entender cosas.
:)
Pues nada, ánimo que es bien sencilla.
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