martes, 11 de junio de 2013

Pasta fresca casera con anchoas

Fetuccini caseros
Veinticinco años de Carvalho 

Nació en Yo maté a Kennedy, 1972, como un héroe subnormal a la sombra de mi ensayo Manifiesto subnormal. Lo editó Planeta porque la censura se lo prohibió a Seix Barral y la novela fue a parar a los montones de libros de saldo de El Corte Inglés. En una etílica noche de 1973, Pepe Batlló y Frederic Pagés me tomaron la beoda palabra: la novela española entronizada era una ilegible mierda jaleada por los preciosos ridículos de una crítica con complejo de cosedores del himen de la doncella literaria por el realismo social, los personajes tardaban 30 páginas en subir una escalera y era preciso recuperar la inocencia narrativa de las novelas de guardias y serenos. Es más, añadí, sin duda bajo la influencia de un whisky desorejado, yo soy capaz de escribir una de esas novelas en 15 días. Lo hice. Se nota. Tatuaje parece escrita por el aduanero Rousseau entre cuadro y cuadro.
Veinticinco años después de Yo maté a Kennedy, Carvalho es un referente convencional en 24 lenguas y hasta lo citan como habitual de su imaginario quienes no han leído nunca las novelas que protagoniza. Ha recibido una docena de premios internacionales, uno de ellos concedidos por Sciascia expresamente a Asesinato en el Comité Central y El pianista, ex aequo, y alguna parte tiene Carvalho en el Premio Nacional de las Letras que Vázquez Montalbán recibiera en 1995. Las novelas de Carvalho, más allá de la transición española, trazan el viaje desde la edad de la inocencia de la década de los sesenta a la edad de todos los empleos precarios y desempleos estables, esta globalizada edad de la desesperanza. Carvalho se ha metido en las mejores nostalgias y los más lúcidos nihilismos y asiste a su edad de plata molesto con el autor que ha prometido matarlo en el 2000. Es más. Recientemente en Viena, Carvalho interpretó un monólogo contra Vázquez Montalbán (Antes de que el milenio nos separe), próximamente representado por el Teatro de la Abadía, según acuerdo con José Luis Gómez. Allí Carvalho dice todo lo que piensa de mí y denuncia cuántas veces se sintió traicionado por mis instrumentalizaciones. Partidario de la novela necesaria, aunque sea negra, fucsia o verde, Carvalho exige el reconocimiento de su contribución a una teoría de la desesperanza ética, laica final de milenio. 
Se sabe un mal protagonista de polar. Pocas novelas policiacas se niegan a desvelar quién es el asesino porque de hacerlo el lector se sentiría defraudado porque ha completado el largo viaje de la lectura sin conseguir la confianza del autor. El lector trata de saber tanto como el escritor, sea la novela policiaca o no lo sea, y se puede establecer un paralelismo entre la indagación de la finalidad del relato con el viaje que los filósofos griegos presentaban como la base del conocer: partir de las causas primeras hasta llegar a la causa última y a la vez original, alezeia, quitarle el velo a la diosa, alezeia, quitarle el conocimiento del asesino al autor. 


- Carvalho y yo: ¿quien es el asesino?
- Yo maté a Kennedy 
- Tatuaje
- La soledad del manager
- Los mares del sur
- Asesinato en el comité central
- Los pájaros de Bangkok
- La Rosa de Alejandría
- El balneario
- Historias de fantasmas
- Historias de padres e hijos
- Tres historias de amor
- Historias de política ficción
- Asesinato en Prado del Rey y otras historias sórdidas
- El delantero centro fue asesinado al atardecer
- El laberinto griego
- Sabotaje olímpico
- El hermano pequeño
- Roldán, ni vivo ni muerto
- El premio
- Quinteto en Buenos Aires
- 25 años de Carvalho. Estuche Conmemorativo
- El hombre de mi vida
- Rumbo a Kabul (Milenio Carvalho, Vol. 1)
- En las antípodas (Milenio Carvalho, Vol 2)


La cultura de la ficción, sea literaria o cinematográfica, ha escogido crear un prototipo de lector que sólo se conforma si le dan finales totales, preferibles los felices, pero pasen los infelices si son finales. Nada angustia tanto como descubrir que en todo fin hay un principio porque el espectador o el lector normalmente no se autorreconoce preparado para proseguir la vida, la historia, la nada o la ficción por su cuenta. El lector de novelas criminales quiere saber quién es el asesino, por qué y para qué, y muy pocos lectores aceptan el coitus interruptus por más genial que sea. Escasos lectores leen desde la fría aceptación de que se han metido en una realidad convencional construida con palabras y que por tanto deberían ser lo suficientemente generosos como para permitir al escritor que jugara con el tiempo y con las sanciones morales. El lector prefiere lo previsible y recuerdo que la novela de Agatha Christie que menos entusiasmaba a su público habitual era la más interesante literariamente, El asesinato de Rogelio Ackroyd (1926). Alarde técnico, inusual en tía Agatha, el propio relator en primera persona es el asesino, frustrante evidencia final para el desorientado lector. El lector le quitaba velos a la diosa en compañía de un guía que era la mismísima diosa, la verdad, el asesino, la muerte.

Esta necesidad de saber quién es el asesino no sólo es fruto de una curiosidad, sino también de una actitud moral: el crimen merece ser castigado. En la historia del relato criminal abundan los finales ejemplares de asesinos impresentables y ha sido la mejor novela negra contemporánea la que se ha atrevido a proponer la ambigüedad del mal y del bien como perversa unidad de contrarios. Incluso novelistas a lo negro hay que no castigan al asesino. Ayudan al lector a desvelarlo, pero una vez desnuda la verdad no aparece la policía, ni el señor juez para imponer el peso de la ley. A esta raza pertenece Carvalho, emparedado por la doble verdad, la doble moral, la doble contabilidad de la política delincuente o del delito politizable. Yo, es decir, Carvalho, jamás ha entregado un criminal a la policía o a la justicia. No pertenece a la deontología de un detective privado el sancionar con el aparato represivo por delante, pero es que además, puesto que estamos hablando de literatura, todo escritor sabe que el verdadero asesino de su novela es él mismo. El escritor es la chica del bar y el amante de la chica del bar, el gánster y el policía, el homosexual y el fascista, el marxista y el heterosexual, la víctima y el asesino. He tratado de convertir esta evidencia en la alezeia fundamental de mi hasta ahora última novela de Carvalho, El premio. Con la referencia mítica de ouroboros, la serpiente que se muerde la cola, el asesino de mi novela es el escritor. Es decir, yo. Y si no soy detenido en las horas que siguen a esta revelación es que ya no puedes fiarte ni de la literatura.

Manuel Vázquez Montalbán


He de reconocer que la primera vez que oí algo de hacer pasta fresca casera, años ha,  fue a través de una de las novelas de Carvalho. Después de habérmelo planteado seriamente, y finalmente adquirido la maquinita en cuestión, no sé muy bien si agradecérselo. Vayamos hoy con una receta sencilla que, os aseguro, hará las delicias de todos aquéllos que no hayan estado implicados en el proceso de "manufacturación" de la pasta.

He aquí la prueba

Grado de dificultad : Mejor no hablar


Ingredientes:
- 200 Gr. harina, 
- Sal al gusto
- 3 Huevos de corral
- 1 Chorro de aceite de oliva virgen extra

Anchoas del Cantábrico
- 2 Latas pequeñas de anchoas del Cantábrico
- 3 Dientes de ajo
- Aros de guindilla seca al gusto
- Perejil picado
- 1 Chorro de vino blanco de Moriles

Manos a la obra: 
1 - Poner el "Brothers In Arms" de Dire Straits.
2 - Hacer un volcán con la harina y cascar los huevos dentro. Amasar poco a poco mezclando primero con la punta de los dedos y después con toda la mano. Hacerlo con energía, que quede bien ligado. Obtendremos una masa ligeramente dura y se tiene que despegar de las manos. Si queda muy seca añadir un poco de agua y si esta húmeda un poco de harina.
3 - Dejar reposar la masa durante media hora tapada con film.para que la proteína se desarrolle y coja cuerpo.
4 - Dividir la masa en varias bolas a alisar ligeramente con un rodillo lo suficiente para pasarla por los rodillos de la máquina de hacer pasta.
5 - Al pasarla por los rodillos al principio notaremos como se puede arrugar un poco o que pueda estar un poco blanda. No pasa nada, irá tomando cuerpo al pasarla más veces, 5 o 6 por número del rodillo. Del más ancho al más fino, o hasta el grosor que queramos darle.
6 - Yo, finalmente tengo que reconocer que los corté a cuchillo después de haber hecho unos rollos para tal fin. Se enrollan las laminas, bien enharinadas para que no se peguen y cortar con el cuchillo al grosor deseado.
7 - Cocer la pasta fresca en abundante agua con sal para que suelten la harina que llevan adherida y que puedan cocer libremente. El tiempo vendrá determinado por el grosor de la pasta. Desde los 2 hasta los 5 o 6 minutos incluso. 
8 - Escurrir en agua fría para cortar la cocción y reservar.
9 - En una sartén dorar los ajos picados y las guindillas, añadir el vino blanco, las anchoas y el perejil, reducir durante un par de minutos removiendo la mezcla y volcar sobre la pasta.
10 - Disponer sobre un plato, servir y a.......¡¡¡¡triunfaaaaar!!!

Nota: Una vez recuperada la paciencia perdida tras la elaboración del plato, unos meses más tarde, podéis cocinarla nuevamente de manera distinta.

13 comentarios:

marian dijo...

En el punto 5 me he perdido por completo. Casi mejor ir directamente al 6:)
Y a los que no nos gusta el sabor de la anchoa en lata ¿de qué más se puede hacer?.
El álbum que has puesto mira que lo escuché en su día.

marian dijo...

Te metes en unos berenjenales:)
(Con la maja que parece la maquinita)

Sirgatopardo dijo...

Si la maquinista es estupenda, y cuando sea mayor como el crepuscular, tendré mayor paciencia y la sacaré todo el provecho que se merece.

Juan Nadie dijo...

Pero hombre, ¿qué te han hecho las pobres anchoas para que las endilgues una pasta gansa? Si no necesitan nada, joé.

En cuanto a la pasta fresca casera..., espera, voy a ver si hago un máster, luego te cuento.

Este Carvalho...

Sirgatopardo dijo...

Las anchoas con pasta están buenísimas, y solas ......ni te cuento.

marian dijo...

Pues la maquinista...tiene que estar de los nervios.

Sirgatopardo dijo...

En qué estaría pensando......

marian dijo...

En la maquinista.

Sirgatopardo dijo...

El programa de texto de Apple, es tan listo que las lía si no estás al loro

marian dijo...

Ya ya, bueno que haya niños.

marian dijo...

Mira que te tiene paciencia el crepuscular, eh.

finchu dijo...

A propósito de Montalbán, Andrea Camilleri es su alma gemela italiana, de hecho el Carvalho de Andrea se llama Montalbano en honor al escritor español.
Actualmente se emite una serie de televisión basada en sus novelas, pues bien, en el capítulo 8 titulado en España "La nochevieja de Montalbano" el comisario deja tirada a su novia en Paris por cenar Arancini en casa de la madre de un pequeño delincuente del lugar.
Arancini viene de arancia o arancini' (pequeñas naranjas) en italiano.
Son unas croquetas de pasta de arroz de color naranja debido al uso del azafrán.
Ojala esta información te sirva.

Sirgatopardo dijo...

La verdad es que lo desconocía, habrá que investigar a fondo.
Gracias por la información.