viernes, 16 de diciembre de 2011

Carpaccio de vacuno


Desconocemos cuál fue la formación que realizó Vittore Carpaccio, apreciándose en sus primeras obras una amplia serie de influencias, desde la Escuela veneciana con Antonello da Messina hasta la pintura flamenca, pasando por Mantegna o Piero della Francesca. Su estilo se acerca a Gentile Bellini, interesándose por los temas cortesanos ejecutados con multitud de figuras y arquitecturas dentro del más puro ambiente veneciano. Las atmósferas y las perspectivas nos trasladan a la Ciudad de los Canales, transmitiendo el exquisito mundo de la Serenísima República en el Renacimiento. Interesado también por los retratos, Carpaccio se vio influido a partir del Cinquecento por Giorgione y Giovanni Bellini, ejecutando una serie de imágenes plenas de color y acordes tonales.

En general, se entiende por el nombre del pintor, toda preparación en finas láminas de un alimento presentado en crudo y aliñado de múltiples maneras. Naturalmente, el pobre Vittore no disfrutó de un carpaccio en su vida.

Como en muchas ocasiones en la cocina de éxito, las grandes innovaciones proceden de errores o de aprietos en los que se ha visto algún chef de fama. Y éste último es el caso. Hemingway, Truman Capote, Scott Fitgerald y muchos otros nombres que están en las enciclopedias eran asiduos clientes -allá por los años 30- del Harry’s Bar, en la húmeda Venecia, funda do por Giuseppe Cipriani, quien, por cierto, acabó convertido en personaje literario en alguna obra de Hemingway.

El bueno de Cipriani se encontró un buen día con que una condesa, buena clienta de su establecimiento, le indicó que su médico le había prescrito comer carne cruda, y le preguntó si tenía en su carta algún plato con esa condición. Otro cualquiera habría enviado a la señora condesa al matadero municipal, pero un buen chef ha de mantener el tipo en todo momento. Así que cortó una finísima lámina de un solomillo de buey, que aliñó con aceite de oliva, pimienta , queso parmesano y zumo de limón.

El caso es que a la condesa le encantó el plato y le preguntó a Giussepe por su nombre, para poder pedirlo en futuras ocasiones. Otro aprieto para el pobre Giuseppe, que no se amilanó.

Recordando que en Venecia se mostraba en esos días una exposición del pintor Vittore Carpaccio, cuyas obras se caracterizaban por la profusión de los colores rojo y amarillo contestó: Carpaccio de buey. La condesa se fue contenta y nació un nuevo plato para la gastronomía internacional.



Grado de dificultad : Chicarrones del norte muy negados


Ingredientes: 
Solomillo de vacuno
Aceite de oliva virgen extra
Zumo de un limón
Pimienta blanca
Queso parmesano rallado o troceado


Manos a la obra:
1 - Poner a Leszek Mozdzer versionando a Chopin.
2 - Semicongelar el solomillo y luego cortarlo en lonchas muy finas.
3 - Repartir el zumo de un limón por encima.
4 - Repartir un chorro de aceite de oliva virgen por encima.
5 - Salpicar con pimienta blanca.
6 - Espolvorear con queso parmesano rallado o troceado.
7 - Servir, y.....a triunfaaar.


9 comentarios:

Juan Nadie dijo...

Me encanta la carne cruda, en serio. No sé si al final tendré que concederte varias estrellas Michelin.

Sirgatopardo dijo...

Pues, como diría Unamuno, el premio sería merecido.

Juan Nadie dijo...

Bueno, bueno, ya veremos...
Hasta que no te vea hacer unas lentejas como dios manda...

Sirgatopardo dijo...

Vd. pide demasiado, las lentejas son más complicadas de hacer (bien) de lo que parece..

Juan Nadie dijo...

Ah, majo, la prueba del nueve...

Sirgatopardo dijo...

Cualquier día de éstos.....te vas a enterar cómo Mou.

marian dijo...

¡Qué rico el carpaccio!, a mí también me gusta la carne cruda (a ver si vamos a ser el eslabón perdido), la de pollo no, claro.
Las lentejas son muy fáciles de ahcer, sólo hay que vigilarlas.

Sirgatopardo dijo...

A mí me ha costado pillarlas el punto para que no se me peguen ni queden duras.

Sirgatopardo dijo...

En la olla expréss claro, en cazuiela de hierro fundido, que también tengo, es otro cantar y mucho tiempo.