miércoles, 14 de enero de 2015

Tortilla de patata y bacalao


Ginebra
Ginebra es linda, limpia, clara Imagínate el resto. Uno lo piensa dos veces antes de tirar un fósforo o un pucho en la calle; te sientes censurado por todos los que te rodean. Cuando en medio de una vereda se ve un pequeño promontorio de color variable, pero bordeando siempre la tierra siena, puedes tener la seguridad de que el perro que hizo eso pertenece a un turista americano, pero que no es un perro suizo. La comida es tan perfecta que no tiene gusto a nada; los suizos se han dado cuenta y, llenos de inquietud, le echan tales dosis de pimienta que luego uno las pasa mal. El sabor general de las cosas es algo así como el del papel higiénico mojado y envuelto en talco. Espero que esto te dé una idea. El pan es abyecto, y el vino no les hubiera dado la menor chance a las chicas de Noé, pobres.
Julio Cortázar - De una carta a Eduardo Jonquières, 6 de junio de 1955

Cocinar
Sé que algunos lectores pueden sentirse ofendidos porque un hombre critique esos avances. Algunas personas piensan que, cuando un hombre habla de la importancia de cocinar, es que desea retroceder y hacer que las mujeres vuelvan a la cocina. Sin embargo, eso no tiene nada que ver con lo que pienso, pues opino que cocinar es tan importante que no se debe delegar en un solo género o en un solo miembro de la familia; los hombres y los hijos también deben estar presentes en la cocina, y no sólo por razones de justicia o equidad, sino porque obtendrán grandes beneficios si lo hacen. De hecho, una de las principales razones por las que las corporaciones se introdujeron en nuestras vidas se debió a que la cocina casera se consideró durante mucho tiempo una "actividad propia de las mujeres" y, por tanto, no lo bastante importante para que los hombres y los muchachos la aprendiesen.
No obstante, resulta difícil saber qué sucedió primero, si la cocina casera se menospreciaba porque era una labor que desempeñaban principalmente las mujeres, o si las mujeres tuvieron que dedicarse exclusivamente a la cocina porque nuestra cultura denigraba esa labor. Las políticas de género relacionadas con la cocina, que analizo, con más profundidad en la segunda parte, son bastante complicadas, y probablemente siempre lo hayan sido. Desde la Antigüedad, ciertos tipos de cocina han gozado de mucho prestigio. Los guerreros de Homero asaban a la parrilla los animales sin que se cuestionase su estatus heroico o su virilidad. Desde entonces, siempre se ha aceptado socialmente que los hombres cocinen en público y profesionalmente, siempre cuando lo hagan por dinero (aunque ha sido recientemente cuando los chefs profesionales ha adquirido el estatus de artistas). Sin embargo, durante la mayor parte de la historia, las mujeres han sido las encargadas de cocinar en privado y sin reconocimiento público. Salvo en ciertas ceremonias presididas por hombres -los sacrificios religiosos, la barbacoa del 4 de julio, los restaurantes de cuatro estrellas-, la cocina ha sido una actividad femenina, una parte integrante de las labores domésticas y el cuidado de los hijos, y, por tanto, no merecedora de una atención especial por parte de los hombres.
No obstante, puede que haya otras razones por las que no se le ha dado la debida importancia. En un libro reciente titulado "Taste for Civilization", Janet A. Flammang, una erudita feminista y profesora de ciencias políticas que ha defendido elocuentemente la importancia social y política de la "labor culinaria", sugiere que el problema puede que radique en la misma comida, la cual, por su misma naturaleza, se encuentra en el lado equivocado -el femenino- del dualismo entre la mente y el cuerpo que impera en el mundo occidental. "La comida se percibe mediante los sentidos del gusto, el olfato y el tacto -señala-, situados por debajo, en la jerarquía de los sentidos, de la vista y el oído, a los que se los toma como las fuentes del conocimiento. En casi todas las filosofías, religiones y literaturas, la alimentación se asocia con el cuerpo, los animales, las mujeres y el apetito, cosas que los hombres civilizados han tratado de superar mediante la razón y el conocimiento". 
Ellos lo pierden.
Michael Pollan - Cocinar Una historia natural de la transformación

Vamos hoy con una humilde tortilla de bacalao y patata, que enriquecida con un toque de pimiento, hará disfrutar a propios y extraños, y aunque la hayas cocinado tú sol@, puedes compartirlas con tus seres queridos.

Grado de dificultad: Mayor del que aparenta

Ingredientes:


El bacalao
- 2 tajadas de bacalao desalado y desmenuzado


Las patatas una vez cortadas
- 6 patatas (pequeñas en este caso) de la variedad Mona Lisa cortadas en rodajas


La calidad del huevo es fundamental
- 6 huevos de corral
- 1/2 pimiento verde
- 1/4 pimiento rojo
- Aceite de oliva virgen
- Sal y pimienta al gusto
- Una cucharada de aceite de ajo y perejil

Manos a la obra:
1 - Poner a Lina Nyberg & Esbjörn Svensson Trio jazzeando "Here, There and Everywhere" de Lennon/McCartney.
2 - Batir ligeramente los huevos y salpimentar. ¡Ojo que el bacalo tiene sal propia!


Operación pochado
3 - Cortar los pimientos en tiras y pocharlos a fuego lento durante 10 minutos. Incorporar a los huevos batidos.
4 - Freir en abundante aceite caliente las patatas cortadas en rodajas hasta que estén bien fritas. La razón de cortarlas en rodajas es precisamente esa. Escurrir y añadir a los huevos batidos.
5 - Incorporar una cucharada de aceite de ajo y perejil.


Operación hidratado
6 - Dejar hidratar la mezcla durante al menos 5 minutos.
7 - Hacer la toritlla a vuestro gusto (a mí personalmente me gusta bastante cruda y jugosa).
8 - Servir, y a .....................¡¡¡triunfaaaaaaaaaaaar!!!

1 comentario:

Anónimo dijo...

Felicitaciones, una maravillosa tortilla, le añadiría lo que perdiste por el camino, el bacalao.