sábado, 16 de febrero de 2013

Arroz picante con conejo


Aspecto final del plato
 - Pues usted no sabe lo que dice. Esta gente lo pasa mal 15 días, 20, 30, y ni siquiera lo pasan mal, porque según ellos hacen salud. Pero luego salen y vuelven a lo de siempre. Hacen lo mismo. A lo suyo.
También él volvería a ser el mismo. Volvería a su realidad aplazada. A la melancolía progresiva de Charo, encerrada con los juguetes rotos y vitalicios, su oficio y sus relaciones con Carvalho Y con Biscuter. Tendría que reeducar a Biscuter y orientarle hacia una cocina de bajas calorías.
- Usted haga salud, jefe, que yo mientras tanto estudiaré un libro que me he comprado para guisar cosas que vayan bien al cuerpo.
- No te pases, Biscuter. No hay que hacerle demasiadas concesiones.
- ¿A quién?
¿A quién? A ésos, había contestado Carvalho, y dejó a Biscuter la responsabilidad de aislar a los enemigos entre el resto de la humanidad sospechosa de hostil. Durante el viaje en coche hasta el valle del Sangre, discutió consigo mismo sobre la lógica de su comportamiento. No tenía otro miedo que la vejez desvalida y decrépita y larga y sin embargo gastaba parte de sus ahorros en una inversión en futura calidad de vejez que nadie le agradecería, ni siquiera el mismo. Casi todas las gentes del balneario creía en su propia salud, incluso en el uso social de su buena salud y en el buen gusto de no transmitir a sus hijos una presencia impresentable. Es ya lo único que les asusta, que les conmueve profundamente: el miedo a una posible traición de la propia biología.
- Un día me traeré una cazuela y me pondré a hacer un arroz picante con conejo y caracoles al lado mismo del parque del Balnerio. Para que se jodan esos muertos de hambre.
Ya estaba Carvalho con el albornoz puesto y por la entreabierta puerta veía al vengativo viejecillo que esperaba su turno de fangos.
- Sólo de oler el aroma se volverán locos.
- No te dejarán hacer eso.
- ¿Quién me impide a mí guisar un arroz con conejo en el bosque?
- Yo. ¿Cómo se hace ese arroz, señor Luis?
- Pues lo más sencillo en este mundo. Un sofrito con lo que ha de tener un sofrito, conejo, una buena picada de ñoras, ajos y pimienta a medio moler y los caracoles ya cocidos añadidos a medio cocer el arroz, que han de quedar enteritos. Y pimentón. Nada de azafrán.
- Pues a mí el pimentón me repite.
- Pues échele azafrán, coño, que de este detalle no depende el guiso.
- Y para la llaga, ¿qué?
- Para la llaga,  Primperán antes del arrocino, y después del arrocino, bicarbonato; así lo vengo haciendo desde que me salió y me he metido muchos arroces picantes ya entre pecho y espalda.
- Y luego a los fangos porque no se aguanta usted en pie.
-  Yo me aguanto en pie como siempre. Si tomo fangos es porque los tomaba mi padre y mi abuelo… Aquí todo el mundo ha tomado fangos desde los tiempos de los romanos y no era por el reuma, que entonces no había tanto reuma como ahora.
- ¿Y usted qué sabe?
- El reuma es cosa moderna. Lo leí en un libro. Antes la gente se moría de un hachazo o de comer o de no comer. Pero no tenían tantas puñetas.
Reconocieron en Carvalho a uno de los del balneario y le dedicaron despedidas corteses y miradas de curiosidad. Carvalho se detuvo ante el viejecito lo, puesto en pie para su turno, una columnita de huesos frágiles sobre la que se aguantaba la cabeza de un pájaro sin plumas.
- Perdone pero he oído su receta del arroz picante con conejo y quisiera preguntarle si lleva pimiento o no lleva.
- Es un arroz modesto, sin importancia.
Reía el viejo con los ojos cerrados para ocultar el recelo por si sus críticas habían sido escuchadas.
- Pero claro que puede añadirle pimiento, y si es asado y sin piel, mejor, rojo o verde. Y alguna verdura, preferentemente judía tierna, de la ancha que tiene un sabor más áspero.
- Sabe usted comer, abuelo.
- A mí a comer no me enseñan ni los franceses, que son, dicen, los que más saben.
Se despidió Carvalho con la mano en alto, pero lo detuvo el reclamo del viejo.
- Joven. Si quiere que el arroz salga para chuparse los dedos, fría el hígado del conejo y lo añade a la picada de la ñora y el ajo.
Y le guiñó el ojo.
- Serás zorro. A nosotros nos callas el detalle y se lo sueltas al forastero.
- Me ha caído bien. A ése le gusta comer.

El Balneario - Manuel Vázquez Montalbán

Tomando como base la receta del viejecillo, y tomándome pequeñas licencias,  como por ejemplo sustituir los caracoles por setas y añadir alguna especie, vamos a hacer un arroz picante de los que hacen saltar la boina.

Grado de dificultad : Abstenerse "milindris" y fieles adictos a libros dietéticos y de autoayuda

 Ingredientes:
- 3/4 conejo troceado

Algunos de los ingredientes principales
-  Las vísceras del conejo
- 1 vaso grande de arroz bomba
- 4 dientes de ajo
- 1 pimiento verde italiano
- 1/4 de pimiento rojo
- Un puñado de judias verdes tiernas troceadas
- 1/2 tomate pelado
- 3 tomates secos
- Aceite de oliva virgen
- 2 vasos y medio de caldo de pollo
- Un puñado de setas ( en este caso boletus edulis deshidratados)
- Un pellizco de azafrán

Azafrán y cúrcuma
- Un pellizco de cúrcuma
- Una cucharada sopera de carne de pimiento choricero

Sin ánimo de publicitar
- Una cucharada de café de carne de guindilla
- Pimienta negra
- Sal al gusto

Manos a la obra:
1 - Poner el Requiem de Mozart jazzeado en honor al conejo sacrificado

Proceso de hidratación
2 - Hidratar los tomates y las setas cociéndolos en agua durante aproximadamente 5 minutos, pasar por la túrmix con el agua obtenida y reservar
3 - Salpimentar el conejo troceado, freir  y reservar
4 - Hacer un sofrito a fuego lento con el ajo, las judías, los pimientos, el tomate y las especies (no olvidemos que la buena cocina sale de los culos de las cazuelas y sartenes). 
5 - Mezclar con el conejo
6 - Añadir el arroz, las carnes de pimiento choricero y guindilla, sofreir un par de minutos y a continuación añadir el caldo y el agua de las setas
7 - Corregir, si fuese necesario, el punto de sal y picante
8 - Introducir las vísceras previamente troceadas y fritas
9 - Cocer durante aproximadamente 14 minutos hasta que el arroz esté en su punto

Ensalada de brotes
10 - Servir acompañado de una ensalada de brotes, para refrescar el picor, y a.......triunfaaaaaar

13 comentarios:

Juan Nadie dijo...

De modo que para congraciarte con la especie conejil, le dedicas el Requiem de Mozart... Pues esto ya no lo arreglas, pobre conejo... Que tiene que estar de muerte, por cierto.

Muy interesante la versión jazz del Requiem, habrá que escucharla con tranquilidad.

Sirgatopardo dijo...

Fue cuestión de homenaje por agradecimiento, después de haberlo "zampao".

Sirgatopardo dijo...

Me pillas preparando un gulasch, o goulash, que promete....

finchu dijo...

Tendré que probar de hacerlo con Pollo o costilla, en mi casa el conejo está prohibido, y mira que a mi me gusta.

Sirgatopardo dijo...

Si el pollo es bueno, te chuparás los dedos.

Sirgatopardo dijo...

Por cierto, ¿Qué religión es esa que prohibe la caza del conejo?

marian dijo...

Arroz picante, qué rico, pero con conejo no va a poder ser, la visión en la niñez del golpe en la nuca a una mascota llamada "Eddy" (más mono, era blanco, se comió todas las plantas de la terraza), me impidió comer conejo para los restos:)
El Réquiem me lo llevo entero, ya que no se puede pobrar el arroz.

marian dijo...

¿Qué es un gulasch?.

Sirgatopardo dijo...

Otra víctima de las sectas. El gulasch es una cosa entre sólida y líquida. A aprender a Salamanca........o esperarse un par de semanas.

marian dijo...

Para decir la verdad, sí he comido conejo, tardé años en hacerlo y en contadísimas ocasiones, pero el recuerdo de "Eddy" estaba ahí.
Esperaremos pues, porque Salamanca no me pilla de paso.

Sirgatopardo dijo...

Menos mal, pensé que ya no tenías remedio.

Anónimo dijo...

A mi mujer le repugna, sólo el olor le dá nauseas.
Aquí es muy típico al ajillo, yo aprovecho a comerlo cuando lo sirven en el bar del polígono.
Aunque ahí no se debe tener demasiado buen paladar.

Sirgatopardo dijo...

Estas mujeres....